
Son sábanas marchitadas
por tu ausencia,
abandonadas y
desgarradas en la alcoba.
No te importó la quimera,
el deseo de piel fogosa,
de contactos dementes,
en la expectativa de cobijarte
el cuerpo de inmortales deseos.
Se dispersan mis lamentos de besos
con la ambición de cubrirte
y alojarme en cada fibra de tu realidad.
Hoy solo quedan marchitas
las sábanas con hedor
de sudor a odio y tristeza.
José M. García Velázquez ©2008