Se muere el silencio, se muere,
atrapado entre ropajes de tristeza,
arropado entre seda e hilos de nostalgia,
cautivo de tu maquinación.
Extinguiéndose malamente la celada,
separado de la verdad que pretende,
sujeto a tu suelo corpóreo,
confundido en cruces de ficción.
Padeció el maltiempo de tu rechazo,
desconociendo brebajes curativos del espíritu,
pervertiste con tu ponzoña de enigma,
sus túnicas de ilusión y espera.
Se muere el silencio, se muere
por no contar con la cura,
ignoraste las porciones de amor,
porque de amar apenas sabías.
José M. García Velázquez ©2008
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